La carga de enfermedad de la COVID-19 es significativamente más baja en los niños que en los adultos; la gran mayoría de las hospitalizaciones y muertes causadas por la COVID-19 se han producido en la población adulta, en particular en las personas mayores. Por estas razones, el desarrollo de las vacunas dirigidas para la población adulta ha sido la primera prioridad. Una vez estudiado que las vacunas son seguras y eficaces en poblaciones adultas, los ensayos clínicos han sido ampliados gradualmente para incluir a los adolescentes y niños. Los ensayos clínicos para comprobar la seguridad y eficacia de la vacuna frente a la COVID-19 en niños pequeños han pasado por un proceso riguroso, y han requerido cumplir los mismos estándares que para otras vacunas, tales como polio o sarampión.
Los ensayos clínicos concebidos para los niños— y los productos farmacéuticos testados en niños—son la única manera de desarrollar las vacunas y tratamientos específicos para esta edad, científicamente probadas en esta población especial.